Utopía distópica

Utopía distópica

Año 1999. Una nave viaja de la Tierra a la Luna. A bordo, empieza a sonar el Danubio Azul, de Johan Strauss. En 1999 los viajes a la Luna son algo habitual. Que suene el Danubio Azul, tal vez, no tanto. En este caso, el viaje del Dr. Floyd por el espacio exterior tiene una misión muy concreta: inspeccionar un monolito negro que se descubrió en el satélite durante un análisis magnét-MENTIRA. No os lo creáis. Es todo mentira.

Año 1985, Hill Valley, California. El joven Marty decide acompañar al Dr. Emmett L. Brown en un viaje en el que descubrirá monopatines volad-MENTIRA. Mentiras, mentiras y más mentiras.

Año 2054. El crimen ha sido erradicado. El departamento de policía de Virginia, Estados Unidos, detiene a unos delincuentes que iban a cometer un crimen. Exacto, iban. Por suerte, esos crímenes nunca llegarán a suceder gracias a los “precognitivos”, tres psíqui-MENTIRAS. Todo son mentiras.

Estos tres futuros sólo han sido posibles gracias al cine. Sin embargo, los futuros de “2001: Odisea en el espacio” (Stanley Kubrick, 1968), “Regreso al futuro” (Robert Zemeckis, 1985) o “Minority Report” (Steven Spielberg, 2002) eran mentira. Y lo sabíamos. Y se lo compramos. Y nos gustaba. Las visiones optimistas que los humanos han tenido del futuro siempre han acabado como simples sueños bondadosos que la cruda realidad ha acabado destrozando, pero no es nada nuevo. Incluso el primer éxito de taquilla de la historia del cine, «Viaje a la Luna» (Georges Méliès, 1902), fue una visión optimista en la que se fliparon de más.

Y no es exclusivamente algo del cine. Las utopías planteadas a lo largo de la historia tampoco existen. Nunca existieron. Para colmo, soñadores utópicos como Buckminster Fuller, Ricardo Bofill o Archigram han tenido su contrapeso en gente que ha visto siempre el futuro como un sinsentido, como algo que solo puede ir a peor. 

Hay testimonios orales que afirman que Adán le dijo a Eva algo así como “esto ya no es lo que era”, al ser expulsados del Paraíso. Bueno, tal vez ningún cuñado ha tenido nunca tanta razón. Pero puedo imaginarme perfectamente a Platón deseando entrar en su caverna para no tener que lidiar con sus conciudadanos y no ver en lo que estaban convirtiendo la sociedad.

Imagino también a Vitruvio como un cascarrabias que no podía más con la ciudad llena de obras (“está más sucia que nunca” decía) y no obras precisamente buenas, según él. ¿Es posible que uno de los escritos más básicos de la arquitectura, “Los diez libros de arquitectura” de Vitruvio sea una rabieta? Lo imagino tan harto de obras, a su parecer mediocres, como para abrirse un canal de YouTube y explicar en 10 vídeos cómo debían construir los arquitectos. Lo titularía “Videotutorial #1: Cómo construir. El último truco te sorprenderá”.

El “antes se vivía mejor” es una constante en la historia. Si les hubiéramos hecho caso y tiráramos atrás buscando ese “antes” en el que se vivía mejor, llegaríamos a la conclusión de que en la prehistoria se construía de la hostia. Seguramente, eso explicaría algunos revivals: Viollet Le-Duc tenía toda la pinta de ser un señoro que añoraba el gótico hasta el punto de recuperarlo (a su manera) porque «los estilos de ahora no son buenos”. Borró lo que no (le) interesaba de Carcasona para dejar lo «bueno» del pasado y no dejar rastro del resto, borrarlo del futuro.

Como veis, Le-Duc no es el único señoro de una lista en que son todo hombres. No es que las mujeres no fueran utópicas como Bofill (sin ir más lejos, Anna Bofill), simplemente fueron apartadas. Las hermanas Wachowski han dejado grandes visiones del futuro, sean distópicas como Matrix o más positivas como Cloud Atlas. Tampoco es que las mujeres no fueran pesimistas con la sociedad de su momento. Hay buenas distopías escritas por mujeres como “El cuento de la criada” de Margaret Atwood, pero en este caso creo que está más que merecido no creer en la sociedad del presente y reflejarlo como crítica en una novela de un futuro en que las mujeres tienen -todavía- menos derechos.

Los Sex Pistols, por muy punk y contracultura que fueran, se convirtieron en «The Cuñadests» al decir que “No Future”. El grupo liderado por un bajista que no sabía tocar el bajo (creedme, os lo dice un bajista que no sabe tocar el bajo) eran muy revolucionarios, pero no decían nada que no hubiera dicho el hermano de su tatarabuela antes. No Future es el inmovilismo. Claro que no hay futuro; nunca lo hubo. Cada generación ve a la siguiente como una amenaza, como algo que va a hacer tambalear los cimientos de la sociedad. Cada generación ha pensado que no hay futuro.

“Esto de la imprenta no tiene futuro, va a hacer que no sepamos escribir”

“La radio será la culpable de que ya no se lea prensa escrita”

“Video killed the radio star”

O por poner otro ejemplo:

“La rueda nos hará ser una sociedad floja”

“Usar animales de carga no tiene futuro”

“Con la llegada del coche se perderán empleos”

“Si convertimos esta calle en peatonal, el comercio se reducirá”

Dejad de preocuparos por el negocio, las nuevas tecnologías sustituyen a las anteriores y crean otros lugares de trabajo, no os preocupéis. Y si no, que trabajen las máquinas. Preocupémonos por lo que respiramos, por lo que comemos y bebemos.

Reconozcámoslo, somos pesimistas. A mí nada me gusta más que una buena distopía con arquitecturas brutalistas al más puro estilo Villeneuve. Yo solo acepto la lluvia ácida si la dirige Ridley Scott. A pesar de ser youtuber, únicamente me gustan los neones si son un anuncio de Panam en Blade Runner. Y, aunque creo que el futuro se parecerá más a estas distopías de cine que a las visiones de un futuro más avanzado como las de Kubrick, Spielberg o Zemeckis, todo ese pesimismo y esas distopías son ficción o mentira igual que las utopías. Cuando tenemos pesadillas, son las peores, pero cuando soñamos, soñamos de más.

«No future» decían los Sex Pistols y realmente no había futuro. Nunca ha habido futuro… pero siempre lo habrá. Otra cosa es si ese futuro cuenta con nosotros. El futuro no es más que la herencia del presente, así que las buenas noticias es que sí habrá futuro; las malas, que pinta mal. 

El futuro pasa por actuar en el presente, por dejar de consumir, por reducir, por pasar por este mundo levitando y sin dejar huella. Con este final positivo podríais creer que defiendo el ecologismo basado en el progreso, entendiendo progreso únicamente como crecimiento. Nada más lejos de la realidad. El futuro del consumo eco es una utopía que acaba mal. Blade Runner es un futuro ultracapitalista, que todo lo abarca, que todo lo construye y que, seguramente, en un pasado fue una propuesta sostenible, una utopía. ¡Tengamos replicantes! ¡Dejemos que la competición entre empresas las lleve a ser más sostenibles! Mentiras. 

El New Green Deal, basar la sostenibilidad del planeta en seguir consumiendo pero con sellos verdes,  y en conducir coches eléctricos (o voladores como los de Blade Runner, que diría, no solucionan tampoco el problema de tráfico en la ciudad) es realmente anular el futuro. Ni siquiera es ralentizarlo. 

Hay futuro, pero pasa por el presente. Pasa por aprender a vivir con menos. Y eso es algo que puede parecer difícil, pero más difícil me parece aprender a vivir a cubierto del sol y en búsqueda de agua. Y creedme, porque esto os lo escribe un bajista que no sabe tocar el bajo mientras intenta aprender cómo no tener calor en casa en plena ola de calor.

 

*Imagen: Shibuya Nights, Japan. Andre Benz

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Pau M. Just

Pau M. Just es arquitecto y divulgador, comunicador o, lo que se suele llamar, «youtuber». En su canal «Deconstruyendo el cine» habla de arquitectura y cine, series o videoclips, desde Tati a Los Increíbles o Juego de Tronos, desde Rossellini a C Tangana, cualquier aspecto de la cultura pop es una buena excusa para hablar de arquitectura.

https://www.youtube.com/c/Deconstruyendoelcine